Nos volcamos en la educación de nuestros hijos como pasaporte hacia su bienestar futuro, pero… ¿somos conscientes de la fragilidad de ese proyecto? ¿Qué pasaría si no pudiéramos mantenerlo?

Cuando empezamos a buscar colegio para nuestro hijo la primera pregunta fue: ¿público o privado? Yo personalmente reconozco que no lo tenía claro, pero me ayudó a decidir el hecho de que las escuelas públicas a las que tenía acceso no gozaban de buena fama entre los padres que llevaban a sus hijos allí y de que no acabaron de convencernos los programas educativos que nos mostraban.

Así que empezamos a visitar escuelas concertadas de las zonas cercanas, bien comunicadas, con buenas instalaciones, que tuvieran buena fama, pero sobretodo con un proyecto educativo que es el que queríamos para nuestro hijo. Ese proyecto que te convence, uno que te hubiera gustado tener a ti.

En ese punto fue cuando entró en juego un factor determinante: el económico. Ahí me di cuenta de que teníamos algo importante, noté que empezábamos algo grande ¡Teníamos un Proyecto!!

La educación de mi hijo

Me di cuenta de que el coste mensual, extrapolado a los años de escolarización, era mucho dinero. No nos damos cuenta porque es un goteo mensual, que no deja de ser como la hipoteca.

Hipoteca… un producto hoy extraño pero que antes era tan fácil obtenerlo que casi parecía que cuando entrabas al cajero de tu oficina bancaria y te tropezabas, al levantarte de la caída te había salido ya una… ¡O un préstamo personal!  Y encima, de regalo, te llevabas una vajilla, una cubertería o una batería de cocina… ¡Qué tiempos aquellos!

Cuando uno se compra un piso y el banco le concede la hipoteca, sabe perfectamente el importe de su deuda (pongamos 250.000€) y sabe también que su aporte mensual será de, por ejemplo, 700€/mes durante 30años, además del interés variable. Cuando uno inicia el proyecto educativo de su hijo adquiere una deuda similar, es una hipoteca mensual; pero no la cuantificamos. Porque cuando empiezas a pagarla nadie te habla de cuánto habrás aportado en global.

Cuando tomas la decisión y es inminente el inicio del proyecto, empiezan los miedos -¿Encajará en el colegio? ¿Estará a gusto?-. ¿Por qué tenemos esas inquietudes? La respuesta es sencilla: porque no queremos equivocarnos y queremos que ese proyecto sea definitivo.

Los proyectos se inician con el objetivo de ser acabados. Siendo así, deberíamos pensar también en otros riesgos. Aquellos que pueden romper ese proyecto ya iniciado, porque ¿qué pasaría si alguien cuantifica la educación de su hijo en un capital único? Pues que, sin darse cuenta, acaba de cargar sobre las espaldas de su núcleo familiar una nueva losa de muchos miles de euros de peso.

Dos pilares básicos

¿Qué pasaría en tu núcleo familiar si faltas tú o tu pareja?

La vida familiar es como una casa que se sostiene, generalmente, en dos pilares básicos: el padre y la madre.

La casa será de una determinada altura o de otra dependiendo de cuánto peso son capaces de soportar los pilares que la sostienen. Por tanto, si uno de los pilares falla, casi con total probabilidad la casa se caerá. ¿Cómo podemos evitarlo? Apuntalando la estructura, poniendo pilares auxiliares que ayuden en caso de siniestro.

¿Tiene tu colegio algún tipo de cobertura para tus hijos en caso de orfandad?

Hay colegios que ya contemplan los casos de orfandad y se encargan de la escolaridad del alumno, pero generalmente es solo en caso de orfandad absoluta. Tampoco debemos olvidar que no todos los colegios disponen de todos los cursos y puede que, por ejemplo, tengan que cambiar de centro para el bachillerato.

En este caso, al tratarse de un nuevo colegio no habría cobertura, puesto que el alumno ya viene huérfano… ¿Y si la vida me obliga a cambiar de residencia? Lo mismo: nuevo colegio, no hay cobertura. Es decir, en el supuesto de que por desgracia haya una orfandad, habría un compromiso de permanencia con el centro. ¿Tiene tu colegio algún tipo de cobertura al respecto? ¿No? Veamos qué se puede hacer…

Reforzando la estructura

Cuando nos dan la hipoteca pensamos que es lógico asegurarnos, ni que sea por la mitad, para que, si nos pasa algo, la familia no lo note. La misma lógica aplica al iniciar el proyecto de nuestros hijos. ¡Es una deuda que ayer no tenías, pero que hoy sí!

¡Enhorabuena! ¡Acabamos de construir un piso más sobre la casa!

Las soluciones aseguradoras ofrecen, al menos, dos formas de neutralizar esta situación mediante un seguro de vida riesgo:

  1. Que garantice una renta mensual para cada uno de mis hijos
  2. Que nos asegura el importe total al que ascenderá el coste de su educación

Una renta mensual para cada uno de mis hijos

Con esta fórmula duermo tranquilo sabiendo que, si yo falto, mis hijos tendrán ingresos continuados mes a mes. Eso si, hay que tener presente que dicha renta será temporal y que finalizará cuando mi hijo (el beneficiario) cumpla los 25 años.

Por lo que sí o sí, mi proyecto deberá finalizar ahí, o ser capaz de mantenerse solo. Tenemos que tener en cuenta que, según el seguro que escojamos, es probable que no pueda contratar rentas de orfandad sin contratar un capital de fallecimiento, pero eso ya lo veremos llegado el momento. Seguro que encontramos la póliza adecuada para nuestra situación entre todas las soluciones que ofrece el mercado asegurador.

Calcular la inversión y asegurar ese capital

Otra forma correcta de asegurarse es capitalizar la inversión del proyecto educativo al completo. Se trata simplemente de calcular la inversión educativa anual y multiplicarla por los años que preveo que mi hijo estará estudiando. Ese importe total será el capital que necesito garantizar mediante una póliza de seguro de vida en concepto de fallecimiento.

Cada una de las personas que valoran e invierten en la enseñanza de sus hijos son un pilar necesario e indispensable de la casa que representa su familia. 

A diferencia de la renta de orfandad, yo veo una ventaja: ese capital se mantiene constante y no acaba a los 25 años de edad de mi hijo. Lo que me permitirá, llegado el caso, ampliar mi proyecto tanto como considere ¿Universidad? ¿Posgrado? ¿Máster?

Al igual que yo, las personas a las que asesoro cada día invierten mucho en la enseñanza de sus hijos. Siguiendo con la metáfora diríamos que ellas también son un pilar: el que sostiene sobre si el peso de una casa con muchas plantas, una por cada hijo.

¿Y tú? En caso de fallecimiento, ¿has tenido en cuenta el capital necesario para completar la educación de tu hijo?

¿Lo apuntalamos?

¡Perfecto! ¡Ya lo tenemos todo! Ahora sí que estoy tranquilo.

 Lluis Granados
Asesor Personal